"...mantén la calma en todo momento...", le escribe Pablo a Timoteo (ver 2 Timoteo 4.5, TLA).
El panorama no era nada alentador:
Pablo escribe desde la cárcel, abandonado por todos aquellos cercanos a él, y consciente de su pronta ejecución, pero desde allí es capaz de animar a Timoteo. ¿Cómo es posible esto? Seguro que Pablo estaba aferrado a algo que iba más allá de las circunstancias; había creído en Alguien que es capaz de dar paz "...en todo lugar y en todo tiempo...", como él mismo escribió en su saludo de despedida en su primera carta a Timoteo.
Y la buena noticia que esas palabras también son para quienes han creído en ese mismo en quien Pablo puso su fe: Jesús el Buen Pastor, el Príncipe de Paz, la Roca, el que hizo un llamado a todos aquellos que estaban agobiados, preocupados, cansados, para dar Su descanso. El llamado y la invitación es para todos; si ya tienes a Jesús en tu corazón, acércate en oración recordando esta promesa; si no conoces a Jesús, búscalo también en oración, habla con Él, confiesa tus pecados, encuentra Su perdón y la paz que promete dar, más allá de las circunstancias. Solo con Su presencia en nuestras vidas, es posible "mantener la calma en todo momento...".
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